Carolina Marín, la primera maravilla del mundo
Pues a ver qué hacemos ahora a las seis de la mañana con los ojos como brótolas. Nos hemos acostumbrado a desayunar mientras otras ganan mundiales; como si fuera fácil tomarse el café a esa hora… La onubense universal lo ha vuelto a hacer: Carolina Marín se ha vestido de España en el cajón más alto que tienen en Yakarta, y se ha proclamado campeona del mundo absoluta de bádminton ante la mirada atónita de 9.000 espectadores y el mundo entero. Saina Nehwal también “cayó en la red” de Carolina, y su pulso con la nuestra ha durado una hora, 21-16 y 21-19.
Yakarta, día “final”.
Y no es que las volantistas se pongan a hablar de sus cosas en el saludo antes del partido, pero el duelo ha comenzado ahí y ha continuado en la pista cuando han parecido fijar una misma estrategia, la de buscar la una el cuerpo de la otra.
Tras unos primeros puntos de tensa calma, la jugadora india ha desatado las hostilidades en forma de golpes desde el fondo de la pista, rehusando el juego en la red, lo que ha obligado a Caro a tirar de plan B: enviar el volante allí donde Saina no lo devuelve con comodidad, para ganar la iniciativa, el punto, y set.
En la segunda manga, la nº2 del mundo ha hecho copy&paste y ha buscado pillar a Caro a contrapié, y ese ha sido su final; con un par de puntos antológicos la nuestra le ha dicho a Saina que con una raqueta en la mano, nadie piensa más rápido que ella, y a nosotros, con su sonrisa, que va a salir bien. Lo cierto es que la india sí ha acertado en una estrategia; cuando la banda sonora de esta final, “Carolina, Carolina, Carolina” ha pasado a ser “Saina, Saina, Saina”, ésta, ha pasado de la jueza de silla olímpicamente.
Saina lo ha intentado hasta su último aliento pero la capacidad que tiene Carolina para la improvisación, el cambio y el engaño ha sacado a la luz la verdad más incontestable: Carolina Marín es la mejor jugadora del mundo y hoy por hoy nadie puede hacer nada para evitarlo.
Hace un año, aquella primera vez, pedíamos que se acordasen de ella en los Premios Príncipe de Asturias; hoy creemos que ya es de libro, y su gesta debería quedar sellada 60 años después de que otro andaluz universal nacido en Huelva, Juan Ramón, ganase el Nobel. Y es que Carolina, hoy, además de jugar un partido de bádminton ha dejado escrita una obra de arte. Salvo que le pidan, claro, que gane un Tour de Francia… Después de todo nos pasa lo mismo que con Indurain: Carolina, no te retires nunca, que no queremos que esto termine.
Felicidades a su familia, al cuerpo técnico, y a los amigos del Recreativo IES La Orden, cuna de Carolina, que son ahora mismo parte de la fiesta que tiene esta ciudad patas arriba, y este país envuelto un manto de orgullo. Y también a Carbonell, por confiar en una mujer deportista, y seguir abriendo camino para las muchas que vienen por detrás y sueñan, como sueña Carolina, que se puede. Y se pudo.
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