Su Majestad Carolina I del Mundo

                “Cuando el marcador se puso 10-5 para Li Xuerui en el segundo set, media España bajó la cabeza y entristeció los ojos, dando por seguro un final, que nadie podría evitar…”

                Carolina Marín es la onubense que este año se convirtió en princesa, no “por sorpresa”, al estilo Anne Hathaway, sino por derecho… o mejor dicho, por su izquierda, la mano con la que conquistó Europa. Sin embargo, su lista de títulos nobiliarios no ha tardado mucho en ampliarse. El pasado domingo se coronaba como Reina del Bádminton Mundial, al derrotar en la final del torneo que así lo acredita nada menos que a Li Xuerui, en un partido que ya es historia de nuestro deporte.

                Orgullo de un país, y ejemplo para todos los niños del mundo, el viento porta un susurro que la convierte, dicen, en Premio Príncesa de Asturias; sin duda, el mayor título nobiliario de cuantos he citado pero, por si acaso no es así, yo te voy a dar uno: “Onubense universal”, que para algo, nacimos en la misma tierra.

                La mayor mentira que cuenta la televisión sobre nuestros deportistas y atletas es hacernos creer que las victorias son fáciles, y que los éxitos parecen estar escritos. A menudo, el significado de palabras como sacrificio, esfuerzo, constancia… se pierde en la inmensidad de la nada, difuminado en la creencia de que son eso, palabras. Por fortuna, la historia la escribe no quienes dicen “sangre”, sino quienes se manchan con ella; ni quienes estiman el alcance de una lesión, sino quienes se llevan las manos a la cara, porque no pueden soportar el dolor. Carolina, tal como además se ha contado, decidió “dejar su vida” en esa pista a cambio de ganar el partido y llevarse el oro. Lo hizo pero sólo ella sabe lo que le costó; los demás lo vimos pero nuestra campeona sufrió en su cuerpo cada segundo del encuentro.

                Y así fue. ¿Quién no ha comparado ya los espíritus de Rafa Nadal y Caro Marín? El mejor ejemplo que puede dar un deportista es enseñar a levantarse cuando se está caído. No tiene mucho que mostrar quien no “va al suelo”, quien nunca se siente débil, porque no sabrá qué es ser fuerte, ni alcanzará la esencia de sentirse ganador, al no conocer el otro lado. Carolina había estado jugando durante el campeonato un bádminton brutal, repleto de variantes, apoyado en una mente fría y serena que le estaba permitiendo optar en cada situación, en cada saque, en cada golpe, por la mejor estrategia. Un alarde físico y un esfuerzo mental con el que mostraba a sus rivales todo su repertorio.

                Sin embargo, llega la final, y Li Xuerui. La china no es como las demás, todos nos damos cuenta enseguida. Carolina no le “pierde la cara”, comienza con su bádminton, pero esta rival tiene una respuesta para casi todo, y un ataque demoledor que le da resultado siempre. El primer set finaliza con la extraña sensación de que la mejor versión de la española ha perdido contra alguien que parece no cometer errores, y que responde con acierto a todo lo que ella intenta. Para el segundo set, todos teníamos la esperanza de que se produjera un cambio en el devenir de los acontecimientos, pero el hasta ahora gran juego de la española no brilla hoy contra una jugadora cuyo acierto sólo se ve superado por su calma y su presencia. Por eso… cuando el marcador se puso 10-5 para Li Xuerui en el segundo, media España bajó la cabeza y entristeció los ojos, dando por seguro un final, que nadie podría evitar…

                Pero sí había alguien que podía. Nuestra Campeona del Mundo. Estaba en el suelo, y sin ayuda, porque era el segundo y estaba contra las cuerdas, se levantó. Los verdaderos héroes son los que derrotan a quienes parecen mejores que ellos, y Carolina sacó de su interior lo mejor de ella misma para decirle a Li Xuerui, “aún estoy aquí, y te va a costar”. No se lo dijo, lo sintió. Nosotros lo vimos, ella lo vivió. Y con un bádminton que le salió del corazón, le ganó. Al parecer siente admiración por Rafa Nadal; nadie mejor para dibujar la bandera que porta. Pero recuerda, Carolina, que tú también eres Rafa Nadal, tenéis el mismo espíritu, ese que marca la diferencia entre continuar o perder, y que te hace subir el brazo cuando no puedes levantar las pestañas. Un gran bádminton es propiedad de muchas personas; la forma de afrontar los retos, sólo de la “onubense universal”.


                Con una edad insultante, esto no ha hecho más que empezar. La china era la rival a batir, hasta ahora siempre había perdido contra ella. Pero Carolina es una enamorada de los retos. Su carrera deportiva está marcada por la búsqueda incesante de nuevas rivales, de las que aprender y las que por supuesto, derrotar. Y por el camino, y con las derrotas, se aprende. Por eso, Carolina se hace mejor cuanto más juega, porque sus rivales asiáticas tienen mucho que mostrar. Aún tiene “cuentas pendientes” con Saina Nehwal, por ejemplo, la gran jugadora india, cuyo posible emparejamiento yo temía. Pues yo he aprendido, que a partir de ahora, y con todo respeto, temor, a nadie. Felicidades campeona.

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