Psicología y Formación Vial, un mundo de posibilidades
La
aplicación de la psicología en el campo de la educación vial resulta
imprescindible, no sólo ya por la relevancia de sus resultados en un terreno
tan extenso como farragoso, sino por la dimensión que en los últimos años han
adquirido los aspectos psicológicos en los distintos campos de la enseñanza. No
profundizar en este sentido significaría propiciar un gran vacío en el proceso
de aprendizaje de consecuencias imprevisibles, y un descuido hacia el alumno
cuya formación no estaría en sintonía con otros procesos formativos dentro de
una misma línea temporal. Una persona que no institucionaliza en su interior
los valores que la psicología aporta en el campo de la circulación, no afronta
con garantías el desafío de ser un individuo único en un colectivo tan denso y
que, constantemente, le exigirá un nivel de concreción y definición, que no habrá
adquirido por más que un frío “apto” diga lo contrario.
Y es que el
principio de todo, y la base para consolidar la formación permanente del
conductor son el individuo, y los aspectos relativos a él. Sus valores
implícitos y su libre albedrío son el soporte para todo lo que le rodea, y una correcta interpretación dependerá del acertado enfoque que el profesor consiga
dibujar, desde su interior.
El factor humano
es estudiado en los manuales como el más determinante; más que eso, el resto de
condicionantes no se entenderían de manera aislada, sin la intervención del
hombre. Todo aquello que tiene lugar en la vía pública posee un punto de
inflexión humano; la mano del conductor del vehículo se encuentra detrás, de
forma directa o velada de cada acontecimiento y por tanto, su cerebro. Como docentes
debemos resaltar los aspectos positivos de esta dependencia del individuo: yo
controlo, yo dirijo, yo decido, siendo, elevar al máximo el nivel de
responsabilidad de cada decisión, el objetivo más perecedero que debe perseguir
la psicología. Por cierto que, personalmente y en otro orden de cosas, siempre
he vociferado y creído a pies juntillas que “yo controlo” es la frase que más vidas
apaga en este país y la que más muertes produce, si la asociamos a la lacra del
alcohol en nuestros conductores; pero eso es otra historia.
La toma de
decisiones está sujeta, no obstante, a una mejor o peor disposición para ello o
lo que es lo mismo, está ligada íntimamente al proceso de aprendizaje, el cual
debe abordarse de un modo global, de las partes al todo, pero aplicando cada
situación práctica bajo el paradigma del fin último de la seguridad. Serán contenidos
básicos la atención, la anticipación y la autoconfianza, y en cada clase
práctica tendremos en cuenta que el alumno debe saber, debe poder y debe
querer; si se rompe uno de estos tres pilares todo lo construido a buen seguro
“sufrirá un accidente”.
Accidentes,
que como tales no existen. El alumno debe asumir que para evitar los incidentes, una
intervención limitada al propio vehículo no basta: el dominio de la situación
por parte del conductor se extiende al control y supervisión de lo que los
demás hacen, y al resto de acontecimientos. Y ahí está la clave: hay que lograr
que junto a la L ,
el alumno se lleve a su casa el convencimiento de que su percepción sobre lo que
gira en torno a su vehículo, y su habilidad para actuar en base a ella, es la
llave de su seguridad, y de la del resto de actores.
El alumno
debe sentir que controla “el mundo” de un modo responsable: en esto consiste la
circulación, para lo cual primero debe controlar el vehículo, lo que nos lleva
a la primera clase práctica. Nunca he creído en la famosa vuelta al coche, de
escasa utilidad práctica así como la descripción detallada de los elementos del
panel. Debemos tener en cuenta que la capacidad de retención en la primera
clase para aspectos tan concretos es casi nula. Al ser la primera vez, el
alumno afronta una situación nueva, o una situación familiar desde una nueva
perspectiva. Así que los profesores tenemos que convertir la expectación que
traen al montarse, en verdadero interés cuando se bajen, dentro de una primera
clase en la que ya deben haber tomado decisiones, aunque importe bien poco si
estas fueron acertadas o no. Manos a la obra.
Continuará…
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