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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Carolina Marín ya tiene su pabellón en Huelva

Tras la conquista de Inglaterra, Malasia, Australia e Indonesia Carolina Marín ha regresado victoriosa a su Huelva natal, donde ha sido recibida con todos los honores que merecen las gestas de sus viajes. La doble campeona del mundo fue recibida en el patio del Ayuntamiento por las autoridades y, con cientos de onubenses como testigos de sus lágrimas, conoció la noticia de que el Pabellón de Deportes de la ciudad pasará a llevar su nombre; el alcalde, Gabriel Cruz, anunciaba que el "Carolina Marín Martín" rendirá un permanente homenaje en el tiempo a la mejor volantista del planeta. Pero Huelva quiere más y sueña con ver ese nombre inmortalizado en los Premios Princesa de Asturias. Cruz adelantaba en el mismo acto que desde el consistorio se va a perfilar la candidatura de Carolina, un camino que iniciaba aquel día en Copenhague, el mismo día que la onubense cambió la historia para siempre. Caro Marín se ha mostrado muy feliz rodeada de los suyos y ha estado arropada por

Lo que pasa por la cabeza de uno de los que dispara en el famoso cuadro de Goya

Ah Señor, que agonía, morir yo querría, o que la tierra me tragase; bajasen a tiempo tus ángeles, que ni la pena ni el dolor olvida, en la hora del llanto.. !Fuego!.. Tapo con un manto, a los españoles sin vida.

El niño de la playa

Al niño de la playa lo recogen unos brazos pero es una ola quien se lo lleva como si nunca hubiera estado. Sin voz nos regaña por lo que le hemos hecho y sin vida la suya vale más que la nuestra, a salvo del mar pero a salvo también de salvarnos de lo que somos. Hoy somos dos lágrimas mirando al niño en la orilla, mañana se habrán ido con él como si nunca hubieran sido porque ya no despertará de su sueño. No hacía falta tanto mar para un sólo niño ni tanta indiferencia, para uno tan pequeño.

Días depres que suponen una notaza en literatura

Morir.. ¿Qué es morir?: ¿soñar que no estás soñando?, ¿pensar que no estás pensando? Cerrar los ojos.. Y ya no recuerdas cuando los cerraste. Morir es olvidar, olvidar que el vacío irreal te llenó de sorda negrura; olvidar que el absurdo infinito reposa en silencio en una cárcel de madera, custodiada con quietud espeluznante, por mil centinelas de verde puntiagudo. Y hasta el viento calmado, el sol dormido y el tiempo parado se olvidan, no piensan, y mueren.