Hamilton, date tú en un... pie

Al parecer no hay modo alguno de enlazar tres noticias seguidas sin que alguien provoque una repentina subida en el precio del pan. En el pasado Gran Premio de Fórmula 1 disputado en Shangái, llegado el momento de la celebración en el podium, Luis Hamilton apuntó con el champagne directamente al rostro de una de las azafatas, la cual acabó literalmente bañada de la felicidad, de Hamilton. Que no de la suya, porque ella feliz, lo que se dice feliz, se adivina con facilidad viendo las imágenes que no lo está, mientras el británico la usa como diana.

Curiosamente está siendo su país de origen, Inglaterra, la cuna de las críticas más feroces; si bien al piloto de Mercedes le están lloviendo palos de todas direcciones, no es menos cierto que una parte considerable de la opinión pública entiende que se ha exagerado la importancia del gesto, y que se trata de un hecho institucionalizado en la Fórmula 1 que está sirviendo de pasto a quienes gustan lucirse bajo una falsa bandera del "antimachismo".

No parece haber causa sexista en la forma sino de fondo porque, ya que estamos, la costumbre es fuente de derecho y "abusar del champagne" en esta fiesta, es de "cajón". Lo punible no es abusar del alcohol sino de tu posición, desde la que te crees con derecho de dibujar una sonrisa a martillo y cincel, en vez de con un pincel.

No es un lance sexista desde esta orilla, de proclamarlo estaríamos admitiendo que si el chorro va a la cara de un hombre no estaríamos en esta sala pero ¿lo es desde el otro lado? ¿Lo hubiera hecho Hamilton, en los mismos términos, si lo que hay allí plantado es un tío? Sin base como para admitirlo como prueba, hemos de cambiar la acusación en la línea que sí creemos que debemos seguir, la de "Luis, que mal gusto tienes con las bromas, hijo".

Legitimar los hechos recurriendo a los problemas a los que se enfrenta el mundo cada día es algo muy espeso, o dicho de otro modo, ¿habría habido fiesta de la espuma si la que está ahí es tu hermana o tu prima, Luis? Porque a una fiesta va uno si quiere, y esta azafata, a pesar de lo muy arreglada que estaba, a tu fiesta no quería ir.

Porque ese es el auténtico trasfondo de la Fórmula 1, y que por supuesto escapa a la figura de Hamilton y del resto de pilotos: la mujer ha sido siempre reclamo antes que mujer, ha estado ligada al premio antes que a la oportunidad, y en "desempeño de sus funciones" parece absorbida por una espeluznante quietud que pareciera privarla del estado de libre albedrío.

Que sí, que hay mujeres que pilotan, a las que ahora quieren echar a "su mundial"; que sí, que esto es así desde que el mundo es mundo, que si no te gusta no mires; que sí, que algo hay que hacer para salvar el planeta pero deja a la muchacha Luis, déjala, que no te ha hecho nada.


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