Carolina, la contracrónica

“Se llama Carolina, illo, de aquí de Huelva, y este año será la campeona de Europa, se está viendo venir”, me recuerda a menudo mi amigo, que le dije aquel día en el que me quedé tan corto. Hoy tiene un pabellón en su ciudad, el cariño de una legión de seguidores y un estilo volcánico que arrasa con el carácter templado de sus rivales asiáticas; un estilo adorable, si vas con ella…
Hong Kong, dos y media de la tarde, pero muy temprano en España donde toca madrugar la noche que ha cambiado el tiempo, y hace un frío que pela. Esta costumbrita de Carolina de disputar finales los domingos está muy bien, porque luego tienes todo el día para ti. Y frente a Caro, una japonesa; la mejor de todas ellas, que presenta el aval de haber derrotado a Li Xuerui, Tai Tzu Ying, Ratchanok Intanon… y todas ellas en Hong Kong, y sin perder un solo set.
Nozomi Okuhara te la juega en un despiste o entra por cualquier resquicio, pero al final siempre se cuela en la fiesta. A la nipona le da igual que seas china, taiwanesa o tailandesa, porque baila lo que le pongan; su juego versátil le permite dar una respuesta a cualquier estrategia y su calidad y tesón hacen el resto. Pero claro, se quedó un poco pillada cuando le pusieron un fandango choquero, y el torrente de voz de Caro y sus “grititos flamencos” se la llevaron por delante en la primera manga. En el segundo acto Nozomi recuperó la iniciativa, lo que unido a una serie de errores no forzados de Carolina hicieron que fuera demasiado tarde para cuando la nuestra reaccionó.
Y en el tercero ya ninguna marca los pasos, este concurso lo ganará quien aguante más… en la pista. Cuando comienzan a esfumarse uno tras otro los seis puntos de partido que llega a tener Carolina, el cámara le hace la faena a Fernando Rivas de sacarle un plano; pero con 20-20 y en el mejor momento de la japonesa, Caro Marín que sabe que puede porque piensa que puede, gana porque puede que estuviera más tranquila que la que pensaba que podía sí aparentaba estarlo, pero no lo estaba. Ser todo expresividad no implica un menor control, y si no que se lo digan a otro onubense, universal para más señas…
Y es que recordando aquel letrero “menos discotecas y más bibliotecas” que adornaba la sala de lectura de mi colegio podríamos cambiar el “palo”, y decir que Carolina nos ha deleitado con su “sexta antología poética”, en la que recitando de lo superficial a lo esencial ha vuelto a ganar. Juan Ramón decía que el pan se podía tomar sólo, como la esperanza, o con ilusión, pero también con aceite; que buena pareja habrían hecho para Carbonell, de haber sido posible…

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